
“La capacitación no es un trámite, es una herramienta para transformar vínculos y decisiones cotidianas”, dejaron entrever las organizadoras.
La política de capacitación obligatoria en perspectiva de género siguió su marcha en el sur tucumano. Ayer, en el Centro de Defensa Comercial de Concepción, empleados de la Dirección de Niñez, Adolescencia y Familia (DINAyF) recibieron sus certificados de finalización de los talleres dictados en el marco de la Ley Micaela.
El acto, organizado por la Secretaría de la Mujer, que conduce Noelia Barros, en coordinación con la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia a cargo de Graciela Sare, convocó a agentes locales, miembros del Equipo Proteccional Sur y personal del Dispositivo de Cuidado Institucional 25 de Mayo. “La capacitación no es un trámite, es una herramienta para transformar vínculos y decisiones cotidianas”, sostuvo Barros al abrir la ceremonia.
La directora de Promoción y Protección de los Derechos de la Mujer, Florencia Villagra, subrayó que “cada encuentro suma a un cambio de cultura dentro del Estado, que tiene la obligación de dar el ejemplo”. A su lado, la subdirectora de la DINAyF, Noelia Aisama, recordó que los talleres no solo abordan la normativa sino “los sesgos y prácticas que naturalizan la desigualdad, algo que requiere escucha y debate real”.
La Ley Micaela, sancionada en diciembre de 2018, obliga a todos los poderes del Estado argentino a capacitarse en género y violencia contra las mujeres. Lleva el nombre de Micaela García, la joven entrerriana asesinada en 2017 por un agresor que había accedido a libertad condicional tras una condena por violación. “Su historia nos recuerda por qué el compromiso no puede ser solo simbólico”, remarcó Villagra.
En Tucumán, la implementación de la norma está a cargo del Ministerio de Desarrollo Social, que conduce Federico Masso, con equipos de profesionales y especialistas que viajan por la provincia para llegar a cada dependencia. “Seguimos la línea marcada por el gobernador Osvaldo Jaldo, que es llegar a todos los rincones del Estado”, explicó Sare, convencida de que la formación permanente es la clave para prevenir violencias.
Entre el público, varios agentes destacaron lo aprendido. “Entendí cómo las pequeñas frases diarias pueden sostener desigualdades”, comentó una trabajadora del dispositivo 25 de Mayo. Otro participante resumió: “Nos llevamos herramientas para detectar y frenar situaciones de riesgo que antes pasaban inadvertidas”.
La entrega de certificados fue más que un cierre formal. Funcionó como recordatorio de que la lucha contra la violencia de género se libra también en oficinas, hogares y barrios, donde la capacitación deja de ser teoría y se vuelve práctica cotidiana.